SI ALGÚN DÍA SE TE OCURRIERA VISITARME
Sin duda es una de tus cartas porque trae tu voz y yo siempre acostumbro a callar al recibirlas, a estar en silencio. Presiento que ha venido desde muy lejos y es para traerme un secreto. No veo la hora de poder saber, algo más de lo que has encontrado en tu largo viaje.
¿Por qué lloras? Son tus lagrimas, tinta borrosa en la carta. Y ahora me apoyo en mis sueños y miro esos ojos morenos que me ocultan algo. ¿Por qué tan callada? Lástima, ahora estoy junto a morfeo y descubro el pecado que atormenta tu mente. Ya veo que sufres terriblemente porque tu alma ha sido desleal con la mía. ¡Logico, lo entiendo! Haz querido evitarte el sufrimiento y por eso optas por escribirme. Quizás hoy, no hay quien me convenza a mí de que puedo amarte a pesar de no tenerte.
Pero en un rincón veo a mamá, y me he dado cuenta de cuántos cuidados y cuánta buena voluntad ha puesto en mí para lograr el retorno de mi alma a este cuerpo cansado. Pero soy cautivo de una amarga tristeza y que de pronto se ha convertido en locura. Sabes, me ha sabido a más amor tus palabras que al propio dolor con que escribes esta carta.
Pasadas unas horas apenas puedo decirle a la soledad que creo escucharte, sólo esta noche queda, y quisiera tener todo el arte, para hacer lo que jamás hice contigo. Lamento decirte que mi corazón se mueve lento pero aún puedo escuchar tu voz. Perdóname, pero no comprendo el porqué renuncias a ese lenguaje con el que nos enamoramos. Esta ternura tuya es muy extraña, tus palabras queman, y tu aliento es el que emana de este papel, igual que aquel día de invierno, cuando la brisa del mar nos manoseaba el cuerpo sin reparo. Quizás tu: “hasta pronto”, intente conmoverme más que tu repetitivo adiós; quizás me dé tu: “algún día encontrarás” algo que la vida jamás me piensa entregar.
Pero despreocúpate, te amo y tengo que entender todo. Prométeme que no dejarás que se aproxime la soledad a la casa, a la habitación, a la foto donde aparecíamos amándonos, quizás sin querer. Sabes, hablarte desde donde estoy, se hace cada vez más difícil y prefiero ser breve. ¡Ay, amor! Ya estoy a punto de iniciar un largo viaje y creo entender por qué todo se mueve a mi alrededor, las cosas que tuviste en las manos, el espacio desde donde me mirabas, la canción que tocabas con la guitarra, todo se mueve y se queda en el Alma.Aún creo que el pasadizo me deja oír tus murmullos, tu risa que jugaba con mi nombre, y que hoy Dios me deja oler tu perfume que me hacía pensar en la existencia. Pero alguien se aferra a nuestra cama, es tu calor y mi alma, es tu voz y mis sueños, los sueños que jamás terminan. ¡Amor, no te angusties!, muy pronto ya no existirá nada. Si supieras, cómo extraño tocar tu cuerpo, algo me dice que de estar aquí, me hubieras convencido hace mucho de no hacer este eterno viaje.
Ya cae la noche y tú que estás en los brazos de otro hombre. Solo tu imagen viene a llenar el sitio que el amor debió llenar en mi alma. Y tu reflejo es de una niña, tan inocente y tan feliz. Y te acercas y me cantas, ¡La oigo! Es nuestra canción favorita, ¿cómo no recordarla? Esa letra yo la escribí y la melodía tú me regalaste. Recuerdo que me diste un beso, ¡cierto!, pero tus besos, ¿dónde están tus besos? Creo que aquellos besos volados se quedaron en el camino y se perdieron un día en que Dios, un solo ser nos hizo.
Amor, el tiempo pasa y todo se consume, mi vida, tu recuerdo y la esperanza. La vela que encendimos una noche aún no se deja morir. Aún le pregunto a Dios ¿Por qué tú no te quedas en mis sueños por las noches? ¿Por qué no regresas como fe por las mañanas? Dime cuándo vendrás a apagar nuestra historia, ¡dilo ahora!, quiero saber si apagarás mi vida con un beso o con esta carta que me deja una despedida.
Si algún día se te ocurriera visitarme, dile a Dios me deje preparar tu llegada, dile amor que me enseñe a dibujar aquel mismo lugar, que en otro tiempo tú y yo recorrimos. Quizás al ser luz de los cielos, algo de mí intente ir alumbrando tus pasos, cuánto yo daría por traer de la tierra aquel jardín, con aquel manzano que bajo su sombra nos dejó enamorarnos.
Voy a terminar esta carta y no quiero que mis letras lleguen a ti impregnadas de melancolía, solo quiero irme diciéndote: ¡Dame la dicha, dámela! Tan solo si se te ocurriera escribirme algún día una carta, prométeme que dibujaras nuestra playa y me enseñarás a juntar todos los atardeceres del mundo, júrame que escribirás con el tibio color de tus labios, el último capítulo de mi vida.
1 comentario:
Linda, quizá muy melancólica pero linda al fin...
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